Este auto no está abandonado

Los automóviles abandonados provocan contaminación ambiental y visual en nuestras ciudades y campos. Estos «clásicos de banqueta» dejados al olvido causan problemas a la sociedad y rara vez redituarán ganancias a sus dueños.

Abandoned cars in Mexico City / Photo by Rogelio Rivera-Nava / www.rogelioriveranava.com / Smartphone shot / [ Focal length: 3.85 mm (fixed) | Shutter speed: 1/120 second | f number: 2.8 ]

Abandoned cars in Mexico City / Photo by Rogelio Rivera-Nava / http://www.rogelioriveranava.com / Smartphone shot / [ Focal length: 3.85 mm (fixed) | Shutter speed: 1/120 second | f number: 2.8 ]

[Alcance geográfico: Ciudad de México, México] [Tema: Automóviles abandonados en las vías públicas en México]

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Epidemia de abandonados

¿Has visto cuántos autos abandonados existen en los alrededores del lugar en el que vives? ¿Cuántos de estos habrá en la República Mexicana?

Como si trataran de esconder el estado de abandono de sus automóviles, en ocasiones los dueños pegan en la parte inerna de algún cristal un aviso en el que se puede leer «Este auto no está abandonado».

El mensaje puede variar, pero la negación es la misma. Pese al evidente abandono del auto, hay un dueño «preocupado» por éste. En lugar de la palabra «auto», a veces se utilizan «vehículo», «carro» o «coche».

Nadie lleva un registro de los autos abandonados en México. No hay asociaciones civiles ni autoridades que atiendan este asunto, porque, como suele ocurrir en nuestro país, siempre hay problemas de mayor importancia o más urgentes.

Un coche inmóvil en la vía pública es un foco de contaminación (debido a muchos motivos, que explico más adelante) y puede convertirse en un refugio de personas (de buenas o malas intenciones).

Cualquiera que intente hacer un conteo de coches inutilizados en las vías públicas, se enfrentará a una labor difícil. En una fila de coches en una calle es fácil determinar cuáles no se han movido durante meses o años; pero hay muchos otros que se utilizan ocasionalmente u otros que son lavados con regularidad, para que nadie note que en realidad están abandonados.

Los autos abandonados son un problema silencioso. Tal vez por ese motivo ninguna autoridad quiere intervenir para retirarlos. ¿Será que los gobiernos locales prefieren no meterse con la pequeña propiedad privada de personas que votan?

La Secretaría de Seguridad Pública y Seguridad de Ciudad de México apenas interviene para retirar vehículos abandonados de las calles. Sólo toma acción cuando un coche abandonado obstruye la circulación de otros automóviles o de los peatones (Anexos *1 y *2).

A veces es fácil deducir que varios autos en la misma calle (o en varias cuadras) son del mismo dueño, porque están formados en hilera.

Otras veces, aunque estén separados, un detalle distintivo delata que varios autos le pertenecen a una sola persona: matrículas de la misma localidad de la República o un letrero pegado en la parte interna de un cristal con el mismo estilo de redacción, la misma tipografía o el mismo mensaje.

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Una propuesta

Antes de seguir con los pormenores del caso, expongo mi propuesta de solución a este problema.

Sugiero crear un programa voluntario de recuperación de piezas de autos abandonados.

A diferencia de los programas de chatarrización, el que sugiero funcionaría como una tienda de refacciones, de la siguiente manera:

1. Una campaña de difusión alertaría a los ciudadanos de la existencia del programa (mediante avisos en los mismos autos abandonados, así como en la prensa y los canales de difusión de cada gobierno local).

2. Los dueños acreditarían la propiedad de los autos abandonados. Si estos carecen de documentos, se aceptaría una fe notarial o un trámite de adjudicación simplificado.

3. Los dueños avisan a la autoridad que quieren participar en el programa de recuperación.

4. Empresas particulares transportan los autos abandonados a deshuesaderos.

5. Los autos se exhiben en el deshuesadero, para que lleguen clientes a extraer las piezas que quieran comprar.

5a. En el caso de clientes que quieran comprar un auto completo, tendrán que pagar el precio que pide el dueño y, mientras espera a ser restaurado el auto, comprometerse a no estacionarlo en la vía pública.

6. Cada auto permanece un determinado tiempo en exhibición. Una vez que se agota su plazo, los sobrantes se someten a procesos adecuados de reciclaje.

7. El dueño recibe un porcentaje del dinero que se obtuvo por la venta de piezas (o por el auto completo), así como un bono por el reciclaje de su auto (en caso de que se haya «chatarrizado»), que puede ser utilizado para pagar impuestos locales.

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Los «no abandonados» contaminan

En exhibiciones de autos clásicos, como el concurso de Huixquilucan, Estado de México, o el más lejano de Pebble Beach, California, los clásicos exhibidos son agradables a la vista. En la calle, un clásico abandonado le da un mal aspecto a una ciudad o población; es decir, es una fuente de contaminación visual.

Además, la gente maleducada en México -que, desafortunadamente, abunda- interpreta que un auto abandonado es una invitación a tirar basura dentro o fuera de éste.

Inmóvil en la vía pública, un coche abandonado se convierte en un refugio de fauna nociva (de dos, cuatro y más patas).

Hay otro tipo de contaminación, que no resulta obvia ante la vista. Los automóviles fabricados antes de la década de los 90 no tienen tanques y conductos de combustible herméticos, por lo que, si hay algo de gasolina en el tanque, todo el tiempo escaparán gases del combustible hacia la atmósfera. ¿Ahora intuyes por qué la cochera en la que está guardado el viejo Ford Falcon de tu abuelo huele siempre a gasolina?

Con el paso del tiempo, los sellos y las mangueras del automóvil –hechos de «goma» o cauchos naturales o sintéticos– se estropean y dejan escapar aceite, líquido refrigerante, líquido de frenos y otros fluidos, que tarde o temprano acaban en las coladeras, por la acción de la lluvia. Si recuerdas la cochera de la casa de tu abuelo, ésta siempre tiene el piso manchado por líquidos que se escapan del Falcon.

El deterioro de las partes de «goma» es inevitable, incluso en automóviles modernos. La vida útil de los sellos y mangueras es limitada, por lo que un auto desatendido dejará escapar gases y líquidos tarde o temprano.

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Como perros y gatos callejeros

Creo que hay una semejanza entre los autos abandonados y las mascotas abandonadas. Recién adquiridos, ambos causan un entusiasmo en sus dueños; pero, una vez que pasa la euforia por ellos, ambos (autos y mascotas) coren el peligro de ser abandonados a su suerte en un patio o en la calle.

Algunas personas suelen «semi adoptar» mascotas y con esto me refiero a que a veces les dan de comer, pero no les brindan refugio dentro de sus casas. Cuando hay redadas de control canino (para llevarse los canes a las perreras), los «semi amos» meten a los perros a sus casas, para evitar que se los lleven.

De manera similar, en el remoto caso en el que una grúa se presente para retirar automóviles abandonados de las vías públicas, los «semi dueños» de los coches aparecerán mágicamente para defender sus posesiones.

En ambos casos, los dueños aseguran que (los autos o las mascotas) no están abandonados.

¡Ajá!

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«Pebble street»

Se dice que los mejores automóviles de colección en México, rara vez aparecen en público y no son presentados en las exhibiciones de clásicos que todos conocemos. Guardados en estacionamientos techados, los coches antiguos más valiosos de nuestro país permanecen protegidos contra los rigores del clima, en lujosas casas o en bodegas seguras.

Muy lejos de Huixquilucan o Pebble Beach –sedes de shows anuales de autos clásicos–, una exhibición permanente se lleva a cabo, a la que llamo «Pebble street». En inglés, un clásico abandonado en la calle se denomina curbside classic.

Por supuesto, será muy raro encontrar abandonado en la calle un Corvette L88 1967 (*3), un Mercedes-Benz 300SL «W189» «alas de gaviota» y mucho menos un Delahaye con carrocería de Figoni et Falaschi. Sin embargo, existen casos de joyas encontradas en los lugares menos sospechados; por ejemplo, un cotizado Mustang Boss 429, que fue hallado en Ciudad Juárez en 1989, y que fue apodado el Mustang «dog house» (perrera), porque era utilizado como la casa de un perro (*4).

Sin jueces que califiquen su valor histórico o rareza, los clásicos callejeros de «Pebble street» son de muy diversas marcas y se encuentran en distintos estados de conservación (muchas veces, lamentable). Los coches pueden haber sido fabricados hace 70 o diez años. El punto en común de todos éstos es que dejaron de causarle entusiasmo a sus dueños.

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Los autos no abandonados de Ciudad de México o los olvidados de "Pebble street". Infografía: Rogelio Rivera-Nava / www.rogelioriveranava.com

Los autos no abandonados de Ciudad de México o los olvidados de «Pebble street». Infografía: Rogelio Rivera-Nava / http://www.rogelioriveranava.com

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Los «rostros» de los abandonados

Durante algunos meses he observado los «clásicos de banqueta» en los rumbos que frecuento.

Es fácil adivinar cuáles coches están abandonados o semi abandonados, debido a que están llenos de polvo y suciedad; sus neumáticos están desinflados y el piso debajo de éstos tiene basura o plantas.

Pero hay otros autos abandonados, que no lo parecen; por ejemplo, los siguientes:

El/la amante. Es un auto que vive en un lugar rentado por su dueño. Este dueño, sin embargo, tiene otro coche con el que comparte su vida diaria. El/la amante recibe visitas del dueño de vez en cuando y está bien cuidado(a), ya que lo lavan cada semana e incluso lo enceran cada seis meses. El coche abandonado «amante» puede vivir en una pensión, bien protegido bajo techo; en ocasiones lo llevarán a dar una vuelta (para que no se «pegue» el motor) e incluso contará con una cubierta protectora. Pero el/la amante no es el amor de la vida de su dueño(a).

El «por si acaso». Es parecido al coche amante, pero se mueve con mayor regularidad. Es un auto que se usa por gusto, para «dominguear», o como un auto comodín (por si otro auto de la familia está en el taller o para los días del no circula).

El coche bodega. Algunos de los autos que permanecen inmóviles en las vías públicas, no son otra cosa que una extensión de un bien raíz; es decir, una bodega fuera del departamento o de la casa de sus dueños. Los automóviles bodega son espacios que el dueño va llenando de pertenencias. Este tipo de autos me trae a la memoria un Clio Renault Sport en muy buen estado que veía hace unos pocos años, en cuyo interior había docenas de libros apilados. En este caso, sentía tristeza por el auto y por los libros. Estas extensiones del hogar ocupan muchos metros cuadrados de estacionamientos y vías públicas.

La «alcancía». Es un auto que le ofrecieron a alguien, y ese alguien decidió quedárselo para recuperar una cantidad de dinero que le debían, o para aprovechar que se lo venden barato. Si el nuevo dueño es proactivo, el auto podría convertirse en un «amante», un «por si acaso» o en un auto de uso regular, que luego puede ser vendido o ponerse a trabajar en uso diario. En caso contrario, el destino de la nueva adquisición será el mismo de otros miles de autos abandonados: será otro ejemplar de «Pebble street».

Y los que, obviamente, sí están abandonados:

El auto verde. Lo denomino así, no porque sea ecológico, sino porque literalmente es de color verde, debido a las plantas que han crecido alrededor, a través de los componentes mecánicos del auto o por el musgo que se ha formado en la carrocería.

El futuro clásico. Es un auto en el que alguien pone una fe ciega, pensando que se convertirá algún día en un clásico (no todos los modelos alcanzan unnivel de culto, pues esto depende de la fama que se ganó en sus buenos años y hasta en el número de unidades que se fabricaron). Ya sea verdad o no, el dueño lo estacionará en un taller, en su cochera o en la calle, en espera de «juntar un dinerito» para darle una «manita de gato». La ansiada restauración puede tardar años o décadas, hasta que el dueño cumple su promesa, o se cansa de poseer un estorbo y acaba vendiéndoselo a otra persona, que tenga la misma fe ciega que él tuvo años antes.

Me pregunto cuántos de los vecinos que se pronuncian en contra de la instalación de parquímetros, lo hacen porque quieren seguir teniendo una pensión gratis y de por vida en las calles para sus futuros clásicos, sus «amantes», sus «alcancías» o sus bodegas con ruedas.

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Falsa inversión

Uno de los puntos en común de los autos abandonados, es la falta de dinero de sus dueños para mantenerlos en funcionamiento. Desde los días en que transportaban gente o carga incansablemente, estos coches comienzan un recorrido de deterioro gradual (por el desgaste y falta de mantenimiento) o repentino (un choque o inundación), hasta acabar inservibles.

Le pregunté a tres expertos en restauraciones si un auto clásico o usado es una inversión y la respuesta fue unánime: «No».

Este «no» tiene excepciones. Un coche será redituable sólo cuando haya costado poco dinero, se invierta poco en restaurarlo y se venda rápidamente y a un buen precio. O sea una genuina joya comprada a precio de ganga.

A menos que se cumplan las anteriores condiciones, la compra-venta de un auto que se restaura no reditúa ganancias.

Esto se debe a que el mercado de los autos usados ha cambiado mucho en los últimos años en México. La facilidad para obtener créditos y el gusto de la gente por presumir un coche nuevo, han llenado de autos seminuevos los canales de venta. Como resultado, los precios se han reducido.

Las personas que se dedican a la compra y venta de coches usados ya no ganan como antes, a menos que adquieran autos muy baratos. Los autos recuperados de aseguradoras sólo a veces dejan ganancias, según afirman mis expertos consultados.

Uno de mis expertos me dijo que, a veces se ve obligado a recibir el auto de un cliente que le debe dinero, y que, como dice el proverbio, «de lo perdido, lo recuperado es bueno».

¿Cuántos coches abandonados en calles o en propiedades privadas son conservados por sus dueños con la esperanza de hacer un buen negocio o, por lo menos, recuperar lo invertido en ellos?

 

 

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Los olvidados

Los días de mi investigación, uno de los expertos que consulté estaba restaurando un BMW 730 «E23» 1979**, que le perteneció a uno de sus clientes, a quien llamaré «don Sergio».

Después de que don Sergio falleció, el 730 permaneció estacionado en la cochera su casa, bajo techo, varios meses, hasta que uno de sus nietos decidió probar el auto. El viejo BMW no cumplió las expectativas del nieto («Se maneja horrible», comentó después) y lo devolvió a su lugar.

Luego, uno de los hijos de don Sergio decidió sacar el 730 a la calle, para tener espacio para estacionar otro coche de la familia bajo techo y, desde entonces, el venerable E23 pasó muchos años expuesto al clima y a la rapiña de rateros de piezas de autos.

Un buen día, otro de los hijos se compadeció de la memoria de don Sergio y envió el 730 a restaurar con mi experto. Él me contó que conoció este BMW en sus días de gloria, en perfecto estado y con la pintura original. Cuando recibió el «E23» para restaurar, éste se encontraba como muchos otros ejemplares de «Pebble street»: la carrocería y los interiores estaban muy maltratados por la acción del sol y faltaban muchas piezas (que habían sido robadas).

Fueron necesarios varios meses, un gran esfuerzo y mucho dinero para que el BMW 730 recobrara algo de su dignidad; aunque todo experto sabrá que este «E23» valía más cuando era más «original», antes de ser sometido al desgaste del tiempo y de los elementos.

Cuando pienso en autos abandonados, también recuerdo el caso de un Plymouth Superbird 1970**. Hace varios años, el amigo de un amigo (a quien llamaré «David») decidió poner en orden el taller de su difunto papá («don Pepe»), y yo fui invitado a la apertura del lugar.

David relató que no había nada que le gustara más a su papá que los coches. Don Pepe solía tener tres o más autos de uso propio y para su familia, además de muchos otros coches de lujo o deportivos, que usaba por puro placer. Como muchos fanáticos (adinerados) de los autos, don Pepe participaba en carreras y él mismo reparaba sus automóviles.

Luego de la muerte de su papá, David fue ocupando algunos cuartos contiguos al taller, que antes servían como almacenes de refacciones, por lo que fue amontonando piezas en el taller. Luego, David se deshizo de la mayoría de los autos que le pertenecieron a don Pepe.

El primer día que visité el taller, entre los montones de piezas encontré el  filtro de aire de un motor Chrysler con carburador «six pack», de color anaranjado, característico de los años 60 y 70, que siempre está ligado a un «muscle car» bien cotizado. Le pregunté a David si por ahí estaba el resto del motor, ya que en los alrededores no se veía la carrocería. David me dijo que el bloque, las cabezas y la transmisión estaban ahí mismo, en el taller, y que la carrocería completa estaba en un terreno baldío.

El auto resultó ser un Plymouth Superbird 1970 original (*5), que era una versión de producción limitada del Road Runner  (se calcula que existen 1,000 ejemplares en la actualidad).

Este Superbird había pasado los últimos 15 años bajo la intemperie y para entonces, la carrocería y el chasís eran más óxido que acero, y el tronco de un pequeño árbol había crecido entre los largueros y travesaños del chasís, y se había ababierto paso hacia arriba a través del cofre, que permanecía abierto

Muchas piezas, como las luces traseras, el alerón posterior, un par de rines y una puerta, habían sido robados. Aconsejé a David que rescatara el auto del terreno baldío. Cortaron el árbol y mudaron el Superbird al taller, finalmente, bajo techo.

Hacía 15 años, este raro clásico había sido desarmado parcialmente, después de sufrir un leve choque frontal. Don Pepe se disponía a repararlo, pero su estado de salud comenzó a decaer hasta que murió, por lo que el Superbird acabó abandonado.

Cuando inspeccioné el Superbird, era obvio que la destrucción ocasionada por la negligencia sería difícil de revertir.

Un Plymouth Superbird similar al del papá de David cuesta entre 100,000 y 150,000 dólares en Estados Unidos; pero el auto rescatado del terreno baldío necesitaría 150,000 dólares para reponer las piezas faltantes y remodelar todo.

Debido a que estaba muy oxidado, el chasís del Superbird debía cambiarse por completo. Igualmente, la carrocería estaba casi inservible. Lo que más valía de lo encontrado eran el motor y la transmisión, que, afortunadamente, parecían «saludables».

Sentí por el Superbird de don Pepe esa tristeza que me causa todo auto abandonado, sin importar si es coleccionable o no; si me gusta o me desagrada.

Un Renault 5, un Oldsmobile Toronado, un VW Caribe (Golf I), un Nissan Hikari (Sentra Sport Coupe «B2»), un VAM Classic (AMC Matador Coupe), un Ford Falcon, un Dodge Dart K (Aries K), un Datsun Sedán (510), un Jeep Cherokee «XJ», un Pontiac Firebird de segunda generación, un Ford Probe, un Borgward P100, una Suzuki Sidekick, un Dodge Verna (Hyundai Accent «LC»), un Mazda 626, un Eagle Talon o un modesto Chevrolet Chevy (Opel Corsa «B»).

Abandonado, cualquier auto es es tan desolador como una tumba sin flores o un difunto sin deudos que lo entierren con honor.

Sentía la misma pena por un sedán compacto estadounidense de los 90, que, no importaba qué día y qué hora fuera, siempre estababa estacionado exactamente en el mismo lugar, desde hacía muchos años.

Éste es era de esos abandonados que no lo parece, porque siempre estaba limpio, con los neumáticos inflados e incluso el piso que ocupaba permanecía libre de basura todo el tiempo.

Un domingo en la tarde, por casualidad, encontré a un señor que lavaba este auto. Con la intención de averiguar si él era el dueño, le pregunté si vendía el auto y respondió inmediatamente un «No». Insistí diciéndole «Es que siempre lo veo aquí sin usar, y tal vez…». Me interrumpió y contestó secamente: «No, no se vende». Supuse pues, que él era el dueño.

Mientras me alejaba del lugar, me preguntaba si el supuesto dueño pensaría que su coche valdrá más dinero si lo deja añejar en la calle. ¿O acaso pensará que posee una de las obras maestras de la ingeniería moderna, que algún día se convertirá en un cotizado clásico?

Francamente, yo lo dudo. Hace años yo tuve un coche similar y sé exactamente qué esperar de éste: muy buena habitabilidad, un diseño distintivo, buen equipamiento, alta potencia; pero elevadas dosis de obsolescencia programada (*6) en forma de escasa fiabilidad mecánica. ¿Qué auto es? Un Chrysler (Dodge) Neon.

Después de muchos años de servicio, todos los autos de «Pebble street» merecen un final más digno que el abandono. Por el bien común, estos autos deberían llevarse a reciclar. Pero esa es sólo una opinión.

Nota: Tiempo después de escribir este artículo, dejé de ver el Chrysler Neon en su lugar de costumbre. ¿Lo habrá vendido su dueño? ¿O lo mudó de calle?

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Anexos

**Las marcas y los modelos de los autos, así como los nombres de las personas, han sido cambiados para proteger las identidades de los involucrados.

*1

http://transeunte.org/2009/10/29/los-coches-chatarra-abandonados-en-la-via-publica/

*2

DF_gob_Retiro_de_vehiculos_mal_estacionados_o_abandonados_en_vias_publicas

*3

http://gmauthority.com/blog/2014/01/another-1967-corvette-sells-for-3-5-million-sets-world-record-at-barrett-jackson/

*4

http://www.mustangmonthly.com/thehistoryof/mustang_facts/#ixzz2x58TADtd

*5

http://en.wikipedia.org/wiki/Plymouth_Superbird

*6

http://es.wikipedia.org/wiki/Obsolescencia_programada

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